Lo que decís, crea un estante en la mente de quien te escucha. Y si tus declaraciones son persistentes, condicionás incluso tu propia forma de pensar. Como un surco, un camino de hormiga. Tené cuidado. No te enganches en la queja ni en discursos de odio.
Lo que decís crea un estante en tu mente y en la mente de quien te escucha. Lo que no decís, no crea nada.
Esta afirmación, de hecho, es fácilmente observable en el mundo del marketing y del packaging: cuando agarrás de la góndola un producto alimenticio que dice: <<sin colorantes artificiales>>, tu mente automáticamente asocia ese claim, esa declaración, con algo natural o saludable. Un puñado de neuronas contiguas a las que procesan lo que leíste se ponen a sacar conclusiones rápidas a partir de atajos del razonamiento que todos llevamos dentro. Algunos de esos atajos son aprendidos, otros son innatos (aunque cómo clasificarlos y por qué no es tema de este momento). Lo que sí te agrego en este momento es que esos atajos, esas asociaciones entre un estímulo (como un concepto que les en un envase) y una conclusión, se llaman heurísticas.
El marketing aprovecha heurísticas. Es decir, no hace todo el trabajo. Deja que mucho del trabajo de marketing lo haga tu propia cabeza. La asociación intrínseca entre declaraciones como <<sin colorantes artificiales>> y algo saludable es un trabajo que vos haces por tu propia cuenta. Pero fíjate que no necesariamente ese alimento es saludable. ¿Acaso no podría tener colorantes naturales? Claro que sí, con lo que el aspecto del producto de todas maneras está intervenido y no es el que tendría sin esas tinturas. ¿Acaso no podría tener estabilizantes, edulcorantes o emulsionantes muy pero muy artificiales? Claro que sí, e incluso podría tenerlos en exceso. Como muchas otras cosas que harían que el producto alimenticio industrial ultraprocesado lejos estuviera de convenirte.
Volvamos a la organización.
Cuando escuchás declaraciones de alguien, eso crea estantes en tu mente. No lo que omite decir, sino lo que dice.
Y más si las declaraciones son reiterativas, insistentes, y están ahí todo el tiempo. Quedás expuesto a ellas una y otra vez. Eso que escuchás de los demás va moldeando tu realidad, va creando impresiones y formatos de entendimiento y de interpretación. Van pasando de efímeros a estables. Hasta incluso consolidarse en convicciones y creencias.
Por eso tenés que tener muchísimo cuidado con cómo hablás y con lo que decís. No podés manejar lo que dicen los demás, pero sí podés contribuir a que en el mediano o el largo plazo quienes te rodean vayan hablando distinto. ¿Cómo? Para empezar, no enganchándote con quejas y discursos de desprecio o de odio. No alimentando diálogos que potencian en las otras personas esas posturas y esas declaraciones. El efecto, a su vez, va a ser que no los potencies en vos mismo. Y, para continuar, cuidando lo que vos decís.
Porque acá viene lo más importante: lo que más influye en vos es la forma en la que vos hablás. Particularmente, la forma en que te hablás a vos mismo silenciosamente, sin necesariamente pronunciarlo en voz alta.
Cambiar tu forma de hablar va a contribuir a cambiar tu forma de pensar. Los animales humanos pensamos con el uso de lenguaje.
Y acá te voy a llevar a dos asuntos aún más profundos:
👉 El lenguaje no se trata sólo de palabras. El lenguaje usa símbolos. Por eso, los gráficos y esquemas que dibujás, los gestos que hacen los demás, los colores y la decoración del ambiente de trabajo, los íconos de las pantallas que tenés frente a tus ojos, los emojis con los que chateás y hasta el diseño de las cosas que usás todos los días… también te llevan a pensar de una determinada manera. Te llevan a heurísticas. Te llevan a sacar conclusiones por asociación y por la vía de atajos mentales.
👉 ¿Y qué son los símbolos (lingüísticos o no) sino modelos? Modelos de la realidad. La representan. Nuestra mente humana, a diferencia de la de cualquier otro animal, tiene la capacidad de representar la realidad a través de modelos. Y son los modelos internos que construimos los que más influyen en tu razonamiento, en tus emociones, en tus reacciones, en tu comportamiento.
No hay arquitectura más imponente, no hay monolitos y monumentos más poderosos, que los que construimos internamente en nuestra propia mente.
Por eso para tu mente muchas veces lo simbólico puede más que lo trascendental.
¿A qué me refiero? Es trascendental que en un trabajo te paguen de manera recurrente a tiempo, que tengas herramientas como una computadora y buena conectividad, que cuando vas a la ofi tengas tu escritorio y se labure en buenas condiciones. Pero es simbólico que un día en la oficina tu gerente haya decidido remover los tachos de basura. Ese acto simboliza algo que tiene que ver con la higiene, con el menor uso de papel, con nuestra responsabilidad de ir a esos espacios comunes (como la cocinita o el hall donde están los baños) donde están los tachos de colores para seleccionar dónde va cada tipo de residuo y reciclar.
De la misma manera, es simbólico cuando recibís un souvenir de parte de tu empresa por haber participado en algún evento, por ejemplo, o por haber sido seleccionado en un programa de talento y haber cursado alguna capacitación. Lo trascendental fue el aprendizaje, fue haber sido considerado. Lo simbólico es el instrumento para que ese episodio sea memorable, recordado, anclado en tu mente. Y, en ocasiones, modifica tus emociones de forma muy poderosa. Mucho más que lo trascendental.
¿Se te vienen a la mente más ejemplos? Más ejemplos de que lo simbólico pueda más que lo trascendental...
Contame.
Comments